
… de cuyo nombre no quiero acordarme….
Hay un Director que le dice a una madre (también Profesora) que en la Universidad no le enseñaron a tratar con “niños diferentes”. La madre lo mira, primero con ira, luego con vergüenza: ningún educador mayor de 50 años puede aún referirse a sus años de formación como antecedente. Un profesor debe ser un profesional en constante perfeccionamiento.
Hay una Jefe de UTP dispuesta a inventar la más oscura maraña para desvincular a un niño del plantel. Persigue a la madre. La llama continuamente para que vaya a buscar al niño. Mensualidades regaladas a un colegio que seleccionó, en un largo proceso de admisión, al niño porque antes de lo esperado ya sabía leer.
Hay niños quemando basureros en los baños, golpeando a sus compañeros, pero todos esos niños, sin importar lo agresivo de sus comportamientos, pueden seguir estudiando en el colegio,
Hay una profesora muy joven, que hace gala de haber obtenido su título en una prestigiosa Universidad Estatal, pero que anota a un pequeño por mojar la cotona de su compañero en la hora de recreo y cuando la temperatura ambiente supera los 30°C. Luego vienen otras más absurdas… “escribe la palabra weón en el cuaderno de su compañero”. La profesora es de Lenguaje y Comunicación, pero escribe las temidas “anotaciones negativas” con faltas de ortografía. Un día sí y otro día no, la joven profesora se dedica a escribir observaciones en la hoja de vida del pequeño, las que nunca fueron mostradas a la madre. Sin contar todos los “no trabaja en clases”, ” habla mucho” y otras afines, escritas en la agenda o en el cuaderno que va a la casa. Como colega, la madre no hace más que preguntarse ¿de dónde saca tanto tiempo esta profesora?.
Hay una religiosa que se supone tendría que velar por dar a todos los niños lo que necesitan para aprender. Una religiosa que se supone debe seguir el Evangelio y las palabras de Jesús que todos conocemos: “Dejad que los niños vengan a mí”.
Y están el resto de los profesores, a los que esa madre buscó incansablemente durante dos años, para enseñarle lo que eran los Trastornos del Espectro Autista. Trató de hacerles entender que usando las mismas técnicas o adecuaciones curriculares que se usan para los niños Asperger, puedes mejorar el rendimiento de otros que no lo son. Los que creyeron que la “evaluación diferenciada” era bajar la escala de rendimiento, los que no se dieron cuenta que si más de la mitad del curso estaba en tratamiento por Déficit Atencional, tenía que hacerse algo más que derivar a los niños a un neurólogo para pastillarlos. El neurólogo o las pastillas por sí solas, nunca fueron un modelo efectivo de intervención.
Y hay una psicopedagoga que emana una energía distinta, capaz de empatizar con la madre, y a la única persona que parece importarle que ese niño salga adelante, y que detrás de él, hay una madre que está sola, que sufre, no sólo por la incomprensión, la intolerancia de los profesores y del medio que los rodea, sino por todas las “predicciones” que esos profesores hicieron.
Los Trastornos del Espectro Autista ayudan a medir a las personas. Aprendes a conocer lo que hay en su corazón. También aprendes a ver “que todo obra para bien”, y que aprender a escoger las batallas te da sabiduría.
La madre, luego de infructuosamente haber apelado a las conciencias del profesorado, sin encontrar respuesta, decide: no quiere que su hijo sea educado por esa clase de personas. Tenía que haber algo mejor….