La primera vez que percibí este problema fue cuando mi hijo cumplió un año. La casa estaba llena de gente y lo peor vino cuando comenzamos a cantar el cumpleaños feliz. Al igual que muchas mamás primerizas, sólo juzgué el hecho como “maña”. Pero con el tiempo, comencé a darme cuenta que estas conductas estaban cada vez más presentes.